miércoles, 28 de mayo de 2008

Elias Gil

A Elías Gil, lo conocen en Castilforte los mas viejos del lugar por “El Indiano”, fue uno de aquellos españolitos de abiertos horizontes, o de apremiante necesidad como fue su caso, que hace doscientos años marchaban a las Américas en busca de fortuna, y que volvían al cabo del tiempo, muchos de ellos, cargados de riquezas. La literatura popular de la época tuvo, en muchos pueblos y villas de España, tema abundante para contar y decir de sus famosos indianos. Familia humilde y de muchos hijos fue la de este Elías Gil. Siendo niño, se vio obligado a salir del pueblo para sobrevivir. En Madrid vivió en la casa de un tío suyo que trabajaba en la capital de España como empleado del Consejo de Indias. Un amigo de aquel tío suyo se lo llevó con él a América cuando solo contaba con 11 años. Murió su protector a poco de llegar. El pequeño Elías tuvo que abrirse camino en el Nuevo Mundo sin haber llegado siquiera a la adolescencia, es decir a la edad mínima precisa para ganarse la vida en un trabajo fuera de cualquier responsabilidad. Consiguió una fortuna importante en el mundo de los negocios y con ella se vino a España años después. Destacó por sus ideas liberales en aquel Madrid de la Fontana de Oro y de los sucesivos cambios de gobierno en la tercera década del siglo XIX. Hizo donaciones importantes a su pueblo natal; pero, por cuestiones políticas, al parecer en ciertos momentos a contrapelo de sus ideales y de la fama que se había conseguido ganar en la villa y corte, tuvo que escapar y volver de nuevo en un segundo viaje a tierras americanas. Los negocios que emprendió en esta ocasión, le fueron mejor todavía que la primera vez, pues conocía las gentes y los mercados que en las tierras el Plata tantas fortuna alimentaron para los aventureros que desde la “Madre patria” dieron en llegar allí con nuevas miras. Dedicó Elías Gil una buena parte de su fortuna a engrandecer su pueblo, a costear las mejoras que Castilforte precisaba para que los 320 habitantes que el pueblo tenía por aquellos años, vivieran con mejores servicios o con mayor holgura, según los casos. Todavía queda a la vista de todos en la Calle Mayor la señorial fachada de su viejo palacete. Costeó, como simple detalle, la fuente pública; durante largo tiempo envió dos mil duros cada año (era una fortuna) para que se repartieran en limosnas; atendió muchos de los gastos de la iglesia local: arreglos del edificio y vestiduras sagradas, sobre todo; dotó a varias chicas casaderas pobres; se puso a su costa un reloj municipal, y pagó diez reales por árbol a cada uno de sus paisanos que plantaran olivos en tierras de su propiedad. Siendo muy anciano cruzó el Atlántico y vino a España sólo a reconocer a su pueblo y a despedirse de el. Finalmente, próxima a su muerte, dedicó veinte mil reales para que se compraran una casa medianamente digna para vivienda del maestro, a quien recordó especialmente cuando notó que la vida para el llegaba a su fin. Murió en Montevideo a punto de cumplir 75 años. Una rara especie de hombre, un filántropo de mejor madera. Un señor de los antes, dicen en su pueblo, que debido a su comportamiento como “loco de generosidad”, doscientos años después las buenas gentes de Castilforte pronuncian su nombre con respeto, con gran cariño, casi con veneración, tres ramas al fin del maltrecho árbol de gratitud. http://castilforte.awardspace.com

Trabajos de los hermanos Rostriaga


Reloj del edificio de la Real Aduana

Según los deseos del ministro Múzquiz, se trató de dotar al edificio de un reloj bueno y seguro, se solicitó de los entendido en la materia que hicieran sus ofertas. A tal efecto el prestigioso relojero Diego Rostriaga presentó a Sabatini, con fecha 30 de septiembre de 1768, una propuesta alternativa entre tres clases de relojes: los ingleses, como el existente en el monasterio de las Salesas Reales y el colocado en el Palacio Real Nuevo desde 1762 -antes había estado en el palacio del Buen Retiro-, que eran de fabricación londinense y tenían ocho días de cuerda, rodaje de bronce y caja de hierro, ascendiendo su coste a 30.000 reales, sin contar las campanas, pesas ni maromas que habrían de ser fabricadas en Madrid; otros, como el existente en el Colegio de Nobles de la Corte, con rodaje de hierro, cuyo precio era de 24.000 reales y había sido realizado por el propio Rostriaga en 1764; y, por último, los ordinarios existentes en Madrid, con veinticuatro horas de cuerda, todo de hierro y con un coste de 15.000 reales.
Fue elegida así la primera de las tres proposiciones y Diego Rostriaga se comprometió a ejecutarlo. Por su parte, el fundidor Pedro Güemes fabricó las campanas, pesando la mayor 41 arrobas y 17 libras y al menor, 22 arrobas, con un total de 1.592 libras de metal, trabajado a ocho reales la libra, ascendiendo, por tanto, su coste a 12.736 reales.
Los remates de piñas y otros adornos eran de piedra blanca de Colmenar de Oreja, siendo la esfera de mármol azul de Badajoz y su centro, de piedra azul de Robledo Chavela, labrado todo ello en los talleres del Palacio Real. En la numeración romana de las horas se emplearon cuatro arrobas de plomo. Por desgracia, en la actualidad se conserva muy poco del reloj primitivo, que se halla situado en la parte superior del patio grande y en el lado que da a la antigua calle Angosta de San Bernardo, estando orientado hacia el interior del patio.
El reloj se encuentra alojado en un frontispicio de granito integrado por dos pilastras sobre las que se alza un entablamento que se incurva en la zona central para albergar la esfera, ahora de moderno diseño. Sobre las pilastras se alzan sendas piñas de piedra blanca de Colmenar, levantándose en la parte central una veleta con adorno de una pequeña guirnalda en la parte inferior, también de caliza de Colmenar. Al lado de las pilastras aparecen una especie de volutas a modo de elemento decorativo, recordando al reloj del monasterio madrileño de las Salesas Reales, lo que nada debe extrañar según se desprende de la carta del relojero Rostriaga a Sabatini en la que se le ofrecen los varios modelos a elegir. A juzgar por la documentación conservada en el Archivo del Ministerio, también se proyectaron en la ornamentación del reloj unas bolas situadas sobre pedestales, todo ello de piedra de Colmenar, pero se ignora cuál era su ubicación exacta.

Dilatómetro

Construido por Diego Rostriaga, Madrid. Durante el s. XVIII nacen y se perfeccionan los primeros dilatómetros, permitiendo elaborar tablas suficientemente exactas de coeficientes de dilatación lineal, muy utilizados por científicos e ingenieros en tiempos posteriores. Este fue utilizado como instrumento de demostración ya que por su propia construcción era imposible medir con precisión los coeficientes de dilatación lineal de distintos materiales.





Barómetro y Termómetro

Construido por Celedonio Rostriaga, Madrid. Con Forma general de obelisco apoyado en un basamento cuadrado con cuatro patas globulares de metal dorado. Todo el conjunto está situado a su vez sobre un zócalo cúbico con otras cuatro patas globulares de metal dorado. Barómetro alojado en el tercio superior del obelisco, con tubo de vidrio central y chapa de plata alrededor, fijada con tornillos, con escala y variables marcadas para los diversos Reales Sitios. Termómetro alojado en los dos tercios restantes del mismo frente, con tubo de vidrio central y chapa de plata alrededor, fijada con tornillos, con escala de temperaturas y representación textual entre el "Hielo" y el "Agua hirviendo". Estructura en madera de caoba, con los laterales decorados con madera de jacaranda y taracea geométrica de maderas contrastadas. Todos los planos están bordeados de molduras de metal dorado.
Dimensiones: 92 cms. x 15 cms. x 15,5 cms.

Máquina Neumática

Construida por Diego Rostriaga, Madrid. Modelo inglés de máquina neumática, destinada a hacer el vacío en el interior de la campana de vidrio. Para ello, dos bombas succionaban el aire alternativamente. Fue fabricada en Madrid, por el constructor español Diego Rostriaga (1713-1783), para los Reales Estudios de San Isidro.

Diego Rostriaga

Diego Rostriaga y Elías Gil son los nombres de estos dos hijos ilustres. Diego nació en los comienzos y Elías casi al final del siglo XVIII. Mucho ha llovido desde entonces, pero aun el pueblo los sigue recordando con veneración y cuenta de ellos cosas admirables. Una de las principales calles del pueblo esta dedicada a Elías. Diego Rostriaga, con alguna celebridad más de su familia, la tendrá muy pronto. Diego Rostriaga nació en Castilforte en el año 1713 de una familia de labradores. En su tiempo se alzó a los más altos estamentos de la sociedad española, dedicándose a las artes útiles cuando casi todo andaba en el mundo aún sin descubrir. Fue relojero e instrumentario; su fama llegó muy pronto a la Corte de las España. Estudiante de Latín, de Filosofía, de Matemáticas y de Mecánica aplicada a las artes, comenzó a construir por encargo para el entonces príncipe de Asturias y luego el rey Carlos III, máquinas neumáticas, pirómetros y otros instrumentos de Física y de Cálculo. En 1770 se encargaría de construir, con los escasos medios de entonces, las bombas de vapor que se utilizarían para poner en pie los diques de Cartagena. Algunos de los relojes del Palacio Real, del Buen Retiro y de la antigua Aduana (luego Ministerio de Hacienda), así como los del convento de San Pascual de Aranjuez, salieron de sus manos y de su ingenio simpar. Una escopeta de viento, que hasta no hace mucho existió en el instituto San Isidro de Madrid, y dos esferas armilares de la Biblioteca Nacional, son igualmente obra suya. Nobles y grandes de la más alta sociedad de su tiempo se honraron con su amistad con poseer alguna obra suya (brújulas geodésicas, pantómetras, barómetros de mercurio), entre ellos el propio Rey. Murió en Madrid en el año 1783. http://castilforte.awardspace.com